Autenticidad



Recordaba claramente aquel día. Llorando en el portal, con una amiga. ¿Qué edad debía de tener? ¿13 años? ¿12?. Hacía tiempo de eso. Casi no lo recordaba, y la verdad, tampoco tenía ganas de acordarse. Y es que ahora le parecía que llevaba años anestesiada. Se había parado a pensar poco en ella en estos últimos 20 años. Era cuando menos curioso. No había pensado mucho en si misma y sin embargo tantas veces se había descubierto juzgándose demasiado duramente por "pensar" solo en ella, como le decían su madre o sus amigas.

Ahora, recordaba aquel lloro saliendo de lo más profundo de su ser. Un lloro por no sentirse querida, por no sentirse especial. Por no saber si la persona que era su mundo entonces se preocupaba por ella.

El viento soplaba con fuerza. Hacía frío y sentirlo en su cara le gustaba aunque tiritaba entera. Era fuerte, salvaje, independiente, como lo es la naturaleza. Ni el viento ni el frío la acobardaban. Se sentía poderosa entre ellos, como si nada pudieran hacerle. Formaban parte de ella.

El viaje de la memoria la trajo al presente. A aquel momento en el que la traicionaron, de aquella forma tan abrupta, tan cruel. Recordó con claridad sus palabras, sin emoción, con aquella sonrisa de condescendencia, y aquel adiós sin una mirada. Cuando cerró la puerta después de aquella despedida fue cuando recordó aquel lloro. ¿Era así como se había sentido? Sí, quizás sí. Pero los muchos años vividos le habían dado las claves para recordar que ya no necesitaba que nadie le hiciera sentir valiosa. Lo reconocía claramente. Ella era merecedora de mucho más, de todo más. Nadie iba a hacerle sentir inferior o culpable. Es por ello que decidió dejar todo atrás.

Es difícil saber cómo tuvo la intuición o el coraje de rechazar aquel estado de seguridad, aquella situación en la que se sentía querida sin serlo. No sabia cómo decidió ser más fuerte que ella misma para mirarse aquella mañana y decirse sinceramente que el punto final había que escribirlo sin demorarse ni un día más. Lo pensó, lo planeó, recitó cada palabra y cada movimiento. No quería hacer daño porque lo que sentía por él era hermoso y no estaba dispuesta ha pisotearlo. Quería guardarlo en el fondo del corazón. Sin embargo, ella se sabía más hermosa aún. Iba a brillar como nunca y si seguía a su lado no podría hacerlo jamás.

Había empezado a llover. Entre el viento y la lluvia se sentía agradecida. Ellos le hacían sentirse viva. Le dolía el corazón. Le dolían los recuerdos de su amor. No, los recuerdos de lo que había creído que era su amor. Ella sabía bien que le había dado lo mejor en aquel corto tiempo de relación. Pero ahora sabía que nunca había sido correspondida. No importaba. De cualquier forma estaba agradecida. Los recuerdos eran felices, ella había sido sincera y auténtica, noble y leal. Eso era lo importante.

De nuevo la sonrisa acudió a ella sin saber como. Y entonces supo que todo iba a volver a estar en orden.



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