Soledad y culpa



Cerró la puerta tras de si y se quedó a oscuras un buen rato. Lo cierto es que no sabía cómo había llegado hasta allí, pero eso era algo que ya no debía preocuparle. Rebuscaba en su cabeza y en su corazón para descubrir qué sentimiento la había llevado hasta ese punto de su vida. Creía tenerlo todo controlado pero estaba claro que no era así.

Entró un poco más y se sentó en una silla. Mirando alrededor, todo tan vacío, aun a oscuras, pensó que en su interior aparecería un sentimiento de soledad o de culpa. Se alegró al no sentir nada de eso. No tenía ni idea de porqué pero el caso es que en ese momento solo encontraba paz.

Parece que esos dos sentimientos van juntos, soledad y culpa, pensaba. Pero no entendía ni sentía ninguno de los dos. Pese a todo lo que le había dicho su familia y sus amigas, sentada en la única silla de la habitación, buscaba sentirse mal por estar sola pero estaba segura de que eso no era así.

Hacía años que no estaba sola. Rodeada siempre de familia y amigos. Una familia absorbente, una madre demasiado sacrificada, un padre demasiado severo, unos hermanos a los que cuidar, por no hablar del resto. Cuando anunció que se iba, sus reacciones habían sido de los más variadas, algunas incluso la había dejado alucinada. Fueron reacciones de apoyo, de ánimo, de egoísmo, incluso alguien le dijo que era una pose de moda, otros solo hablaron de pérdidas. Todos de soledad.

Sin embargo, estar allí, ahora, en su casa, sola, sin que nadie dependiera de ella, le hacía sentir que  ese era su lugar en el mundo. Sabía que para que el sentimiento de soledad no apareciera en su vida tenía que trabajar duro. Tenía que hacerse amiga de aquella persona a la que nunca había dado importancia, a la que nunca había escuchado, a la que nunca había complacido, a la que siempre había criticado y juzgado con una gran dureza. Sí, tenía claro que debería de empezar a quererse y respetarse como nunca antes lo había hecho. Sí, claro, qué ironía, esa persona tan maltratada por ella, era ella misma.

Sin embargo, cuando decidió que iba a empezar a ponerse en primer lugar y decidió irse a vivir a otra ciudad, buscó aquello que todos le habían dicho que pasaría. Buscó sentirse culpable por dejar atrás su  anterior vida, pero no lo encontró. Tenía claro que debería de trabajar duro por mantener las relaciones que consideraba importantes. Y estaban sus hijos. De ellos estaba segura. La distancia no sería un obstáculo y el trabajo sería importante, pero ellos si que merecían la pena.

Poco a poco, empezó a recoger la casa, deshizo las maletas, limpió el baño, recogió la compra que acababa de hacer en la tienda cercana a su casa, y salió de casa a darse una vuelta por su nuevo barrio. Hacía un día estupendo, la sonrisa se dibujaba en su cara casi sin querer. Daba gracias a la vida por haberla puesto, a su edad, en un camino a estrenar, lleno de retos, lleno de ilusiones. Empezar de nuevo no sería fácil, pero eso no le preocupaba mucho. Dentro de ella había un sentimiento con el que tendría que lidiar tarde o temprano, y sabía que para ello debería de ser muy fuerte. Aquella persona a la que había querido tanto, aquella por la que había dejado todo, la había traicionado. Eso si que lo identificaba perfectamente y sabía que el perdón iba a ser algo muy difícil. También sabía que sin el perdón, no solo a él, sino a sin misma, no podría recuperar su vida.

Se sentó en un banco al sol y sonrió. De eso se ocuparía mañana.





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